Si pudieramos ir a otros mundos habitados y no tuvieramos ninguna forma de registro más que nuestra memoria. Y a nuestro regreso se nos pidiera relatar lo que vimos en ese lugar ¿cómo lo haríamos? Si viésemos objetos de formas jamás imaginadas, frutos en "árboles" inexplicablemente extraños. Nuestra única opción sería recurrir a la comparación. Se parece a..., sabe como a..., su color es parecido al de..., etc.
Eso fue lo que sucedió cuando los primeros hombres europeos llegaron a América. Se toparon con un "Nuevo Mundo" lleno de maravillas nunca antes imaginadas por hombre alguno. En Crónica de los Prodigios, una Compilación de Felipe Garrido y que fue editado para ser obsequiado en la XX Feria del Libro en México como ejemplar gratuito, se reunen algunas de estas descripciones llenas de ingenio donde, quizá hasta el más astuto escritor, se hubiera visto en aprietos. Desgraciadamente este libro no se encuentra a la venta o me ha sido imposible encontrarlo. Pero Aquí les dejo unos ejemplos:
El día pasado, cuando el Almirante iba al río del Oro, dijo que vido tres sirenas que salieron bien alto de la mar, pero no eran tan hermosas como las pintan, que de alguna manera tenían forma de hombre en la cara. Dijo también que otras veces vido algunas en Guinea, en la costa de Manegueta.
Los ENCUBERTADOS (Armadillos) son animales mucho de ver y muy extraños a la vista de los cristianos y muy diferentes de todos los que se han dicho o visto en España, ni en otras partes. Estos animales son de cuatro pies [...] la piel como cobertura o pellejo de lagarto, de la facción y hechura ni más ni menos que de un caballo encubertado (con armadura), con sus costaneras y coplón, y en todo y por todo, y por debajo de lo que muestran sus costaneras y cubiertas, sale la cola y los brazos en su lugar, y el cuello y las orejas por su parte, es del tamaño de un perrillo o gozque de estos comunes, y no hace mal, y es cobarde y hacen su habitación en torronteras, y cavando con las manos, ahondan sus cuevas y madrigueras, de la forma que los conejos las suelen hecer. Son excelente manjar y tómanlos con redes, y algunos matan ballesteros, y las más veces se toman cuando se queman los campos para sembrar o por remover los herbajes para las vacas y ganados; yo los he comido algunas veces y son mejores que cabritos en el sabor y es manjar sano.
Fernández de Oviedo, pp. 156-157
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